El segundo día tras fallarnos el primer spot por tener coches aparcados, nos dirigimos a Rincón de la Victoria, un pueblo costero con una plaza increible donde pasamos el día entre truco y truco y a pleno solazo. Como veis arriba una curiosa estatua presidía la plaza con una placa que venía a decir algo así como » antes jugamos en esta plaza y crecimos felices, que nuestros hijos hagan lo mismo». Aún asi vinieron a darnos el toque, de buenas maneras, pero hubo que parar a media mañana y luego darle a otra parte de la plaza para evitar problemas.